Esta frase, en boca de Biel, define la evolución que experimenta su amor por Hannah. Él es pintor. Ella, estrella de cine... Y su historia, gestada en un tórrido verano entre el mar y los olivos, es mucho más que una pasión. Es una historia de amor, de respeto, de comprensión..., una historia de poesía. Un amor a tres bandas que incluye también a Stanislaw Walczak; marido de Hannah y célebre productor de cine centroeuropeo. Un amor, ajeno al paso del tiempo, que tendrá su cenit cuando Hannah regrese a Cadaqués... para morir.
Huyendo de la 1ª Guerra Mundial, Walczak, Hannah y su hija Olivia, recaban en ese pequeño y aislado pueblecito de pescadores situado en la punta más meridional de la costa catalana. Se instalan en la isla de S’Aranella, atendiendo a una invitación de los Pichot, filántropos que, por aquella época, aglutinan un círculo artístico e intelectual de talentos consagrados y otros, como Salvador Dalí, que empiezan a despuntar. Su intención es pasar el verano para marchar después a Estados Unidos, donde Walczak rodará “Sola en el viento”, película que será la consagración definitiva de Hannah, amén de bastión para todo el incipiente nacionalismo polaco.
Walczak, pigmalión de Hannah, es un idealista al servicio de un gran proyecto; la independencia de Polonia. Hannah, que hasta entonces había sido partícipe y jamás había dudado de su amor por Walczak, se siente rápidamente atraída por el carácter totalmente opuesto de Biel que, tras una actitud socarrona y práctica, esconde una enorme carga de sensualidad y pasión. Persuadida por la mirada de Biel, por su pintura viva e impresionista, Hannah irá descubriendo la belleza de las caracolas, la locura de la tramontana y las calimas de una mar plácida. Su historia, a caballo entre 1917 y 1925, se escribe en azul, el azul de Cadaqués..., y tendrá un testigo de excepción; el poeta granadino Federico García Lorca.
